Seguramente,
si me hubieran formulado esta pregunta hace unos cinco años habría
respondido, sin titubear: ¡Pues claro, vaya pregunta!. Ahora,
después de haber iniciado un proceso de crecimiento personal muy
bonito e intenso, tengo claro que, desde luego, no son lo mismo.
Para
mí, curarse es aliviar o hacer desaparecer los síntomas de lo que
llamamos enfermedad. Sanarse es identificar y tratar la raíz de esa
enfermedad para erradicarla definitivamente.
Entonces,
¿cómo podemos sanarnos?
Hay
que partir de la base que, la enfermedad no existe: lo que llamamos
enfermedad no es más que una llamada de nuestro cuerpo a cambiar
una percepción errónea sobre las cosas que ocurren en nuestra vida.
Y la percepción errónea -la enfermedad- se produce en situaciones
en que se generan emociones negativas (disfuncionales) vividas en
soledad y no expresadas.
Por
ejemplo, si cuando me pongo nerviosa o estoy estresada guardo y
contengo en mi interior la emoción que se deriva de ese estado, sin
hacer nada para darle escape y sacarla de mi cuerpo, seguramente
tendré problemas con el estómago, que pueden ir desde no poder
comer nada por el malestar hasta dolores agudos y problemas más
serios, como úlceras.
Esto
sería lo que llamamos enfermedad. La curaríamos yendo al médico y
aplicando el tratamiento que nos recetara, fueran medicamentos
directamente o con posterioridad a pruebas y diagnóstico. Pero ello
no la sanaría: sanar esta situación implicaría tomar consciencia
de que, en vez de ser un sujeto a merced de la situación que me
viene sin que yo haya hecho nada por merecerla ("soy una
víctima"), tengo el poder para afrontar cada situación en mi
vida como yo quiera; que puedo elegir adoptar una actitud de
tranquilidad y mantener mi paz interior ("soy co-creadora de mi
vida"), para ocuparme de la situación y no preocuparme; y
recordar que, si soy presa de los nervios o la angustia, me lo
permito, me perdono y actúo de la mejor forma para que mi cuerpo no
retenga ni los nervios ni la angustia.
La
primera actitud, la de víctima, corresponde a una mente dual o
newtoniana, que es aquella que percibe
que en mi vida estoy yo y afuera el resto del mundo, y que casi todo
lo que ocurre no depende de mí, viene provocado por los demás y,
sobretodo, no puedo cambiarlo ni influir sobre ello: tengo que
resignarme, y ello implica que, seguramente, no me gusta pero me
aguanto. Ese "no me gusta pero me aguanto" implica que
siento una emoción negativa ante la situación y resisto porque no
tengo más remedio, porque estoy convencida que no puedo hacer nada
por cambiarla. Y lo peor de todo es que al ego le encanta llevarnos
al victimismo cada vez que puede porque, aunque no seamos felices, es
conocido y muuuuuy cómodo.
La
segunda actitud, la de co-creadora, corresponde a una mente cuántica,
que percibe
que no hay diferencia entre los demás y yo, que todos somos una
única energía, y que como es adentro es afuera y viceversa. Dentro
de esta percepción,
se reconoce que no hay materia como la conocemos, sino que todo es
energía y posibilidades infinitas que se materializan en el momento
en que fijamos la atención y observamos, lo cual conlleva aplicar
los filtros personales que traemos incorporados en nuestros
inconscientes (por programas del árbol familiar, creencias
limitantes, experiencias de esta y otras vidas...). Por ello no hay
una única realidad, sino tantas realidades como personas en este
mundo. Y puesto que no hay materia, no existe lo que conocemos como
"los demás", sino que todo lo que veo a mi alrededor en mi
realidad son espejos que mi inconsciente ha buscado para ayudarme a
ver aquello que tengo oculto en él, y que necesito trabajar para
verlo fuera de mí y darme cuenta que debo sanarlo. Los espejos
también me sirven para ver aquellas cualidades que tengo y que no
aprecio de mí misma a través de las cualidades que aprecio en "los
demás".
Por
otro lado, si no hay materia sino energía, y si todos somos una
única energía, significa que podemos alterar lo que ocurre en
nuestra realidad tan sólo alterando nuestra propia energía, porque
ello alterará la energía que proyectamos al exterior. En
definitiva, nuestra realidad no nos viene impuesta por un ente
superior sino que somos co-creadores de ella.
Por lo
tanto, sanarse es pasar de la percepción de una mente dual, que
entra en el victimismo cada vez que el ego quiere, a una mente
cuántica que se sabe co-creadora de la realidad y dueña del modo en
que afronta las situaciones que el inconsciente hace aflorar.
La
pregunta es: ¿y cómo cambio de percepción para sanarme?
A mi
entender hay tres pasos: aceptar que lo que tengo en mi realidad lo
he creado yo misma (cuanto más me resista más entro en el
victimismo y menos cuántica es mi mente); observar desde fuera lo
que tengo en mi realidad para tomar consciencia de qué debo
trabajar, en qué debo cambiar mi percepción; y aplicar aquellas
herramientas que me ayudan a materializar la intención de hacer ese
cambio.
Hay
muchas herramientas: decretos, meditación, visualización creativa,
silla cuántica, caja azul, Ho'oponopono, tapping, curación
cuántica, el código de la emoción, ... Lo importante, no obstante,
no es qué herramienta utilizar, que es el último paso, sino empezar
por el primero para iniciar el verdadero proceso de sanación y
crecimiento interior.
Y lo
mejor de todo es que, a medida que una se sana a sí misma contribuye
a sanar la energía de todo su entorno.
Un artículo muy revelador, claro y conciso. Imprescindible en nuestro proceso de sanación.
ResponderEliminarGracias por compartir tu sabiduría.
Namaste
Mari Carmen
Estupendo compendio de saber para mejorarnos y asi dar luz a los que puedan estar cerca de nosotros, si asi lo quieren las estrellas, un beso Sonia Llera.
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